El sábado pasado estuve en Lleida y, ya es sabida mi condición de "peatón", hice el viaje en autobús, uno que sale de Huesca a ls 9.15 y tras parar en Barbastro, Monzón, Binéfar y Almacellas, llega a la capital del Segrià a las 11.40. El regreso lo hice en sentido estrictamente opuesto y salí de la cutre y pringosa estación de buses lleidatana a las 7 de la tarde. El bus venía lleno, algo que desde mi punto de vista convierte un viaje en algo más molesto y agobiante de lo normal, ya que el interior del vehículo adquiere un aire de apelotonamiento, el personal se va tensionando conforme aumentan las dificultades para encontrar sitio y frecuentemente se respira un exceso de olor a "humanidad". Posiblemente estas impresiones se acentúan cuando uno va cumpliendo años y tiende a tener menos tolerancia a detalles que en la juventud se pasan por alto.
No se porqué razón me coloqué en un asiento cercano a la parte trasera, zona que suele ser más propicia al follón y la transgresión, aunque hasta Monzón el viaje se hizo amable, pues iba rodeado de un buen número de adolescentes montisonenses que habían acudido a Lleida para comprar en rebajas. Así, el trayecto anduvo amenizado por conversaciones propias de quinceañeras, que hablaban de amores juveniles idealizados, de chicos que "estaban bien" y de las prendas que habían adquirido en la capital catalana: chupas tejanas, bufandas, blusas, alguna falda, ... Uno se siente rejuvenecer escuchando tan ingenuos y superficiales comentarios, máxime cuando las mozas exhibían respeto, educación y sana jovialidad.
Las "chiquitas" de las rebajas se apearon en Monzón y mi zona del autobús perdió el encanto de sus voces animadas y cantarinas; el breve camino hasta Barbastro fue pacífico, con una notable disminución de pasajeros y un silencio que sólo interrumpía el lejano sonido de quienes retransmitían el encuentro que el líder jugaba en Son Moix -en Binéfar recibí la triste y ya habitual noticia del último tropiezo del Zaragoza- y el ruido monótono y constante del motor. Parecía que el silencio y la paz iban a protagonizar el resto del viaje hasta Huesca, pero lejos de ser así en Barbastro me esperaba el inicio de un breve infierno que me amargaría hasta el final de la ruta.
En la pulcra estación barbastrense subieron una pareja cuyas pintas ya prometían guerra; él llevaba el pelo corto, abundantes "pinchos" en las orejas y la típica indumentaria de sábado por la noche, mientras ella se había embutido dentro de un pantalón que le oprimía el trasero hasta el extremo, mientras bajaba ajustado hasta media pierna, donde se iba ensanchando hasta acampanarse a la altura del zapato. En cuanto se ubicaron, dos asientos detrás del mío, ambos se quitaron sus cazadoras y lucieron unas camisetas sin mangas completamente inadecuadas para una temperatura exterior próxima al "bajo cero". Muy pronto descubrí, su conversación era nítida, que se dirigían a Huesca para coger otro bus que les llevaría a la Discoteca "Coliseum" de Almúdevar, un auténtico "templo" del estilo más "macarril" que yo pensaba estaba cerrada al público desde hace tiempo. El tono de la conversación era de los más típico, y allí deduje que lo habían suspendido todo, que se pasaban el día presionando a sus padres para que les dieran dinero y que sus únicas aspiraciones en la vida se limitaban a bailar hasta la extenuación, beber hasta perder el control e imagino que alguna más, aunque de ésto no hablaron.
No obstante lo peor no fue eso, pues al fin y al cabo uno es capaz de aislarse y prescindir de necedades; el muchacho puso, no sabría decir desde que tipo de aparato, una música-disco de esas con tono siempre constante, como una máquina de tortura que, no se si fue sensación subjetiva, a mí me sonaba cada vez más alto. La situación era cada vez más insoportable, y así a la vez que ambos conversaban de sus "profundas" inquietudes, en mis oídos retumbaban cada vez más unos ruidos que a una persona normal le habrían de volver "majareta". En un momento descubrí que la música de marras estaba grabada directamente de la mentada discoteca, pues comenzaron a escucharse los gritos desbocados de quien al parecer debía de ser un "DJ" de esos, que literalmente berreaba: "Bienvenidoooos todooooooooooooos a Coliseummmm", "¿Cómo estaaaaaaaaaaá mi peña de Aragoooooooón?" ... aunque el "mini Travolta" continuaba impasible, imagino que incapaz de plantearse que le estaba dando la noche a unos cuantos.
Cuando llegué a Huesca me bajé en la parada de Martínez de Velasco, huyendo como alma que lleva el diablo de un autobús que durante más de 50 kilómetros de había convertido en una máquina de tortura. Pablo -así se llamaba el sujeto- y su novia "bollycao" se quedaron en el vehículo, ansiosos porque tenían poco tiempo para coger el otro bus y no sabían si se podrían fumar un cigarro; me dieron cierta pena, pues intuí que sus ambiciones se limitaban al disfrute discotequero de los fines de semana, fumarse unos cigarros y escuchar una música que me pareció0 horrible. Indudablemente no son ellos los únicos culpables de ser -aparentar al menos- unos sociópatas.
No se porqué razón me coloqué en un asiento cercano a la parte trasera, zona que suele ser más propicia al follón y la transgresión, aunque hasta Monzón el viaje se hizo amable, pues iba rodeado de un buen número de adolescentes montisonenses que habían acudido a Lleida para comprar en rebajas. Así, el trayecto anduvo amenizado por conversaciones propias de quinceañeras, que hablaban de amores juveniles idealizados, de chicos que "estaban bien" y de las prendas que habían adquirido en la capital catalana: chupas tejanas, bufandas, blusas, alguna falda, ... Uno se siente rejuvenecer escuchando tan ingenuos y superficiales comentarios, máxime cuando las mozas exhibían respeto, educación y sana jovialidad.
Las "chiquitas" de las rebajas se apearon en Monzón y mi zona del autobús perdió el encanto de sus voces animadas y cantarinas; el breve camino hasta Barbastro fue pacífico, con una notable disminución de pasajeros y un silencio que sólo interrumpía el lejano sonido de quienes retransmitían el encuentro que el líder jugaba en Son Moix -en Binéfar recibí la triste y ya habitual noticia del último tropiezo del Zaragoza- y el ruido monótono y constante del motor. Parecía que el silencio y la paz iban a protagonizar el resto del viaje hasta Huesca, pero lejos de ser así en Barbastro me esperaba el inicio de un breve infierno que me amargaría hasta el final de la ruta.
En la pulcra estación barbastrense subieron una pareja cuyas pintas ya prometían guerra; él llevaba el pelo corto, abundantes "pinchos" en las orejas y la típica indumentaria de sábado por la noche, mientras ella se había embutido dentro de un pantalón que le oprimía el trasero hasta el extremo, mientras bajaba ajustado hasta media pierna, donde se iba ensanchando hasta acampanarse a la altura del zapato. En cuanto se ubicaron, dos asientos detrás del mío, ambos se quitaron sus cazadoras y lucieron unas camisetas sin mangas completamente inadecuadas para una temperatura exterior próxima al "bajo cero". Muy pronto descubrí, su conversación era nítida, que se dirigían a Huesca para coger otro bus que les llevaría a la Discoteca "Coliseum" de Almúdevar, un auténtico "templo" del estilo más "macarril" que yo pensaba estaba cerrada al público desde hace tiempo. El tono de la conversación era de los más típico, y allí deduje que lo habían suspendido todo, que se pasaban el día presionando a sus padres para que les dieran dinero y que sus únicas aspiraciones en la vida se limitaban a bailar hasta la extenuación, beber hasta perder el control e imagino que alguna más, aunque de ésto no hablaron.
No obstante lo peor no fue eso, pues al fin y al cabo uno es capaz de aislarse y prescindir de necedades; el muchacho puso, no sabría decir desde que tipo de aparato, una música-disco de esas con tono siempre constante, como una máquina de tortura que, no se si fue sensación subjetiva, a mí me sonaba cada vez más alto. La situación era cada vez más insoportable, y así a la vez que ambos conversaban de sus "profundas" inquietudes, en mis oídos retumbaban cada vez más unos ruidos que a una persona normal le habrían de volver "majareta". En un momento descubrí que la música de marras estaba grabada directamente de la mentada discoteca, pues comenzaron a escucharse los gritos desbocados de quien al parecer debía de ser un "DJ" de esos, que literalmente berreaba: "Bienvenidoooos todooooooooooooos a Coliseummmm", "¿Cómo estaaaaaaaaaaá mi peña de Aragoooooooón?" ... aunque el "mini Travolta" continuaba impasible, imagino que incapaz de plantearse que le estaba dando la noche a unos cuantos.
Cuando llegué a Huesca me bajé en la parada de Martínez de Velasco, huyendo como alma que lleva el diablo de un autobús que durante más de 50 kilómetros de había convertido en una máquina de tortura. Pablo -así se llamaba el sujeto- y su novia "bollycao" se quedaron en el vehículo, ansiosos porque tenían poco tiempo para coger el otro bus y no sabían si se podrían fumar un cigarro; me dieron cierta pena, pues intuí que sus ambiciones se limitaban al disfrute discotequero de los fines de semana, fumarse unos cigarros y escuchar una música que me pareció0 horrible. Indudablemente no son ellos los únicos culpables de ser -aparentar al menos- unos sociópatas.
19 comentarios:
Buf, vaya final de trayecto. No sé qué música es, pero sé a qué sonido te refieres. Es de lo peorcito. Imposible concentrarse ni aislarse.
Lo único que les puedes agradecer es que te hayan dado pie a una entrada divertida (al menos para los lectores)
Makina, bacalao ... hay muchos nombres que bautizan estos desatinos ...
Uf, qué horror. Vaya viaje. Un beso.
Crónica pura de carretera.
He sentido la candidez de las adolescentes compradoras en rebajas, y a punto he estado de levantarme, quitarle el aparato de música al tipo y arrojarles por la ventanilla (a ambos, tipo y aparato).
Menos mal que me bajé contigo en la parada de Martínez Velasco.
Me has hecho sonreir.
Agradecido.
La candidez era animante y deliciosa; quedó claro que hay de todo.
Los viajes largos en autobús son horrorosos y lo se por experiencia.Mas vale un tren malo que un autobús bueno.Aunque hay gente para todo y con tal de viajar(o contar donde han estado)se meten 12 horas de viaje entre pecho y espalda.
También es cierto que hay autobuses y autobuses, pasajeros y pasajeros y recorridos y recorridos.
Venga, Modestino, sé sincero y reconoce abiertamente que, en realidad, estabas de mal humor porque a la altura de Binéfar te habían confirmado una nueva decepción de tu otrora glorioso equipo. Y lo pagaste con esos chicos.
Si el Real Zaragoza hubiera ganado 5-1 al Getafe, estoy seguro de que esa música "chumba-chumbera" te habría sonado a melodía celestial.
Que te conozco, bacalao.....
Un abrazo,
P.D. Me ha gustado mucho que hayas utilizado el término "montisonense" para referirte a los habitantes de Monzón. El pueblo, en sí, no tiene mucha poesía que digamos, pero ese genticilio que poca gente conoce me encanta.
Pues a tiempo estamos de ver al Zaragoza con el Getafe o con el Atletico de Madrid.
Al Real Madrid no, que es campo complicado para sacar entradas.
Me ofrezco a sacar las entradas si me decís con tiempo fecha y campo.
Ah! y de recogeros en la estación y llevaros a reponer fuerzas antes y/o después del partido.
Modestino me tiene localizado.
Estaría muy bien,
...me hubiera encantado enseñarte algún que otro rincón de la ciudad. Tengo localizada en una misma calle, una pastelería de muy alto copete y justo en frente una cockteleria donde Hendriks es la ginebra de "peor" calidad para los Gintonics...
...Coincido contigo, la estación de Autobuses ...cutre y sucia.
En cambio, la estación del AVE de Lleida, está enclavada en un más que digno edificio industrial de principio de siglo, con un toque decimonónico, que ha sido respetado adaptando la moderna y eficaz estación del AVE a la antigua y noble estación ferroviaria.
Justo enfrente de la estación encontramos una moderna cafetería, de cuyo nombre lamentablemente no me acuerdo, diligentemente servida por dos simpatiquísimas señoritas de origen extracomunitario y de agradabilísimo recuerdo.
Yo también soy peatona, y como trabajo en una localidad diferente a la que vivo, pues ya te podrás imaginar que hago muchos viajes en autobús y trenes de cercanías.
Hay de todo. Momentos interesantes y momentos horribles. Pero no se puede negar que estos viajes darían para un blog monográfico. Son todo un espectáculo. Y no sólo por los usuarios, que los conductores también son un mundo.
Es cierto que andaba socarrado, pero la música era insoportable aún en Champions.
Para sufrir prefiero limitar todo al refrigerio.
Queda pendiente, Tomae. Una vez pregunté en la estación de buses sí había consigna y aún suena la carcajada de la taquillera.
De conductores podríamos hablar largo y tendido.
Coincido con Driver en que la estación del AVE de Lérida es preciosa. Y tan céntrica, que sales de ella y estás en pleno centro de la ciudad.
Por cierto, Driver, has olvidado mencionar al Rayo Vallecano, equipo también (aunque no sé por qué) de la 1ª División, si bien ni a Modestino ni a mí nos cae especialmente en gracia.
Y coincido con todos vosotros en que la estación de autobuses de Lérida es espantosa. Pero cabe decir en su descargo que, justo encima, se halla un estupendo restaurante llamado Sant Bernat, al mismo nivel gastronómico que La Huerta o La Dolceta.
Vaya una cosa por la otra.
Salud!
Si yo tomara los mismos "reconstituyentes" que los que iban a la Coliseumn tendría calor aun en el día más frio de enero...
En algún momento también hablaron de "reconstituyentes".
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