10 de marzo de 2011

¡Oh, la France!



He de reconocer que frecuentemente he caído en la tentación de despreciar al país vecino; tal vez he escuchado demasiadas veces los acontecimientos del 2 de mayo de 1808, la heroica resistencia de mis paisanos en los Sitios de Zaragoza o las hazañas del tamboriler del Bruc, del General Castaños en Bailén o de los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde consiguió incubar en mi alma esa visceralidad antifrancesa que siempre se ha respirado en este país, o me he rebotado al percibir aires de snobismo en las reflexiones revisionistas que se escucharon cuando hace tres años celebramos el segundo centenario de la invasión francesa. La cuestión es que nunca he podido evitar el recelo hacia Francia y sus habitantes, tal vez con la excepción de los momentos en que pasaron por mis manos los deliciosos libros de Asterix, en los que los galos se convertían es un pueblo simpático y valeroso frente al imperialismo insoportable de los romanos, con el mismísimo Julio César a la cabeza.

Pero una vez puesto a analizar las cosas con detalle e imparcialidad, uno acaba llegando a la conclusión de que Francia es un gran país, y que en unos cuantos aspectos otro gallo nos cantaría si trasladaramos a nuestra forma de funcionar la de los gabachos. Francia es un país serio, con todos los inconvenientes que le queramos poner, pero bien organizado y con unas instituciones que funcionan razonablemente. Habrá quien se queje del centralismo francés, y no seré yo quien lance cohetes a favor del sistema, pero independientemente de las ventajas de la descentralización, la Administración del Estado tiene que ser seria y sólida, algo que ocurre allí y no aquí.

Los franceses están orgullosos de serlo, y eso es algo que también me parece que les honra; aquí corres el peligro de ser etiquetado si no caes en la tentación del localismo, postura respetable en la que da la impresión incurren algunos por puro snobismo, sin olvidar a aquellos que parecen pretender apoderarse en exclusiva de estandartes y banderas y lo único que consiguen es espantar al resto. En Francia el personal se siente francés, por encima de ideologías y afectos particulares; y no olvido ni el hecho de que la palabra "chauvinismo" es francesa ni que por allí es frecuente el auge de los seguidores de Le Pen, pero a mi me gusta ese orgullo de ser francés que puedes encontrar en una gentil dama parisina, en un rudo campesino de los "Pyrinees" o en un viejo sindicalista de Lyon.

¿Y qué decir del derecho francés?, que ha servido de modelo jurídico exportado por todo el mundo; la regulación de los contratos, de los Derechos Reales, de la culpa o la consolidación de los Derechos Humanos en occidente no se entenderían sin la influencia del Código de Napoleón y la Carta francesa de 1814 a lo largo del siglo XIX o sin la Declaración de los Derechos del Hombre aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789.

Y los franceses, sin poseerla por supuesto en exclusiva, son personas sensibles a la belleza, y de allí salieron pintores como Delacroix, Monet, Renoir o Toulouse Lautrec, o grandes de la literatura universal como Dumas, Balzac, Victor Hugo, Baudelaire, Moliere, Saint Exupery, Flaubert, Stendahl o Paul Valery. Paris en sí misma es una amalgama de belleza continua, con la Torre Effiel, el Arco de Triunfo, Notredamme, los Campos Eliseos, el Louvre, la Ópera, Orsay, los Invalidos o el Sacré Coeur. Nadie se debería morir sin pasear por las orillas del Sena, recorrer Alsacia y Lorena, Dijon, el Valle del Loira, los castillos de Blois, Avignon y Vincennes, los Palacios de Luxemburgo, Vaux-le-Vicomte y Chaillot, las catedrales de Reims, Estrasburgo, Amiens y Chartreés, Normandía, Carcassonne, Fontainblau y La Sorbona.

Y, como ya comentábamos el otro día, hay que mencionar el idioma francés, la mejor dicción para ser galante y para hablar de amor; así lo hicieron los grandes poetas como Rimbaud y Baudelaire, y así lo hemos oído en las canciones de Charles Aznavour, Gilbert Becaud, Edith Piaf, Mireille Mathieu, Jacques Brel, george Brassens, Sylvie Vartan, Dalida, Sacha Distel, Frida Boccara, Serge Lama y tantos otros.

Ni Francia es el único país del mundo ni los franceses están exentos de sus miserias, pero tanto la una como los otros son una opción segura.


12 comentarios:

tomae dijo...

..te ha quedado muy francés eso de "otro gallo cantaría".

Comentábamos en su día que al oír la Marsellesa de "Casablanca", te entran ganas de ser eso, francés.

Modestino dijo...

Yo tanto como desear ser francés, no, pero la escena es magnífica.

Modestino dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
que dificil la vida sin ti dijo...

Completamente de acuerdo,querido Modestino.
Una vez haciendo "pelillos a la mar" de antiquísimas rencillas, a mi Francia me parece un gran país.
Admiro su patriotismo y adoro París, lamento incurrir en el tópico...
Ahora que estamos en el umbral de la primavera os invito a todos a un imaginario Pernaud en una terraza de los Campos Elíseos o en Saint Germain des Près, en el histórico Café de Flore que frecuentaban a diario Sartre y Beauvoir...
A votre santé!
Asun

Anónimo dijo...

Pues yo ,pienso "donde este España",que se quiten los demas paises.

Brunetti dijo...

Me reconozco "afrancesado", Modestino. Es un país que adoro porque, entre otras consideraciones, nos lleva una ventaja de más de un siglo en derechos sociales y políticos. Si no los hubiesemos echado de aquí cuando "nos invadieron", otro gallo nos cantaría (nunca mejor dicho).

Por añadir algo más a tu excelente descripción de las bondades del país galo, haría mención a sus excelentes vinos (nada que ver con los de aquí, por mucho que se empeñen algunos), al foie fresco (una delicia para el colesterol) y a aquella histórica selección francesa de fútbol liderada por el gran Zinedine Zidane, campeona de Europa y del mundo, que nos maravilló durante media década y que parecía imbatible, plena de fortaleza física y talento.

A mí me gustaba especialmente ver los rostros de los jugadores durante la interpretación del himno: chicos blancos, negros y magrebíes unidos por la misma causa. Ojalá aquí, algún día, podemos ver una mezcla de razas semejante en nuestras selecciones. Eso sí que sería integración.

¡Alé, alé!

Modestino dijo...

La bondad o maldad de la invasión napoleónica es un tema apasionante, digno de grandes debates.

Lo de los vinos franceses ... hombre, Brunetti ... el Rioja, el Ribera de Duero, ... el Somontano, .... no son moco de pavo.

Y en cuanto a la selección francesa, yo también añoro la de Platini, Rochetau, Tigana, Giresse, Tressor, ... que calidad¡¡¡¡

sunsi dijo...

Uyyy...Me da un poco de "cosa"...Muy poco viajada. De Francia solo conozco Sète, una preciosa ciudad costera atravesada por dos canales. Pero sí soy amiga de una francesa a la que le sorprende mucho que, por ejemplo, en Cataluña nos cueste tanto decir "soy español". Como si fuese un agravio o una incompatiblilidad con ser catalán...

Muy buena argumentación para cogerle cariño a nuestros vecinos.

Un saludo

Modestino dijo...

Yo también estoy poco viajado, sólo he estado en Hendaya, San Juan de Luz, Biatritz, Pau y Tarbes.

Mariapi dijo...

A mi me gusta Francia, y sobre todo su gótico. Sólo por ver la Sainte Chapelle, merecen la pena todos los pequeños inconvenientes de nuestros vecinos...bueno, y qué me dices de su cocina...
Un saludo de una afrancesada sin remedio.

Modestino dijo...

Efectivamente los mejores cocineros son franceses, pero me da que ordinariamente los galos comen chorraditas como remolacha y cosas paredidaa.

Mariapi dijo...

jajaja, no creas Modestino, en cualquier "super" tienen unas carnes estupendas y foie y fromage...se come muy bien en cualquier bistrot. Ya te digo, es que soy muy afrancesada...