19 de abril de 2010

El sorbete de mojito



Ya comenté hace justo una semana que el sábado día 10 estuve de boda, y como es lógico, la boda tuvo su banquete, pues por mucho que el matrimonio quede constituido con la ceremonia, no cabría hablar de boda completa sin que los novios se puedan haber puesto las botas junto a sus invitados, con discreción y elegancia por supuesto. Además, en general y la de mis amigos Pedro y Mª José no fue una excepción, la pitanza suele ser abundante y de calidad, algo que estando muy bien no deja de tener sus efectos secundarios, pues uno acaba comiendo bastante más de lo que necesita y sufriendo las consecuencias de una digestión notable, problema que se acentúa cuando vas teniendo una edad, pues ya se sabe que cuando somos jóvenes nuestro aparato digestivo es cual hormigonera y tragamos sin secuelas lo que hace falta.

La comida, creo que ya lo dije, fue tan buena como amplia, razón por la cual se agradeció que entre los dos platos principales se nos sirviera un excelente sorbete de mojito, que sirvió para aligerar la digestión, para desfragmentar nuestro particular sistema operativo-digestivo. Es por esta razón por la que el referido "entreplato" se convirtió en un detalle que muchos agradecimos enormemente y nos ayudó a recomponer la figura y revitalizar el espíritu, que por algo la noche era larga.

Ya sabemos que el mojito es un cóctel originario de Cuba; al parecer su origen histórico hay que encontrarlo en la época de la ley seca americana, tiempo en el que quienes querían beber alcohol sin sobresaltos tenían que marchar a Cuba. Muchos americanos acostumbraban a tomar un cóctel similar al mojito hecho con burbon, al carecer de estos destilados en el Caribe, utilizaron en su lugar ron blanco. Hay que reconocer que se trata de una de esas bebidas que nos apetecen tan sólo con leer la receta: ron, azúcar -o jarabe de azúcar-, lima , menta -o hierba buena- y agua con gas.

Yo no soy ningún experto en el tema y, si no me falla la memoria, mi primer mojito me lo tomé en Zaragoza en los primeros días de agosto de 2007 junto a dos amigos tarraconenses con quienes había comido, magníficamente por cierto, en el "Txalupa" de Fernando el Católico, en el Pub "Bull McCabes" de la calle Cádiz de la capital aragonesa. Y, aunque creo recordar que nos lo hizo una camarera con poca experiencia, con aires de universitaria trabajando en verano, el "brebaje" me pareció excelente, y sobre todo reconfortante, pues a las necesidades de una buena comida se añadían en aquél caso los rigores del calor seco que en verano cae sin piedad sobre Zaragoza.

Desde entonces he repetido muy pocas veces la experiencia, pero ésta ha sido suficiente para incluir al mojito en la lista de pequeños y agradables placeres, máxime cuando hace poco más de una semana acudió en mi auxilio para hacerme más llevadera la estupenda cena de una boda inolvidable.




5 comentarios:

Mariapi dijo...

Modestino, la semana pasada planté menta. Me gusta su olor de verano. Ahora las regaré con más cuidado, a ver si aprendo a hacer mojitos...y cuando estén a punto, te mando un ramico.

Modestino dijo...

Comprometido, Mariapi. Tomo nota y espero el ramico, aunque confío que no piensen mal en Correos ;).

Brunetti dijo...

Aunque con efecto retroactivo, me apetece comentarte que a mí, de la familia Flores, quien realmente me encantaba era Antonio. Un músico excepcional y un más que aceptable poeta que no llegó a superar la ausencia de su madre. Me entristeció muchísimo su muerte.

Pongamos que hablo de Madrid (aunque ahora esté más de moda hablar de Barcelona).

ana dijo...

Empiezas bien el lunes, Modestino... con olor a menta.

Yo tengo una plantita de menta en la terraza, si no llegara el ramico de Mariapi... avisa. Que te envío otro... jajajaja.

Y los de correos encantados, con el olor mentolado del sobre...

Modestino dijo...

También a mí me encanta "Pongamos que hablo de Madrid", mucho.

Ya se ve que la memta anda de moda.