14 de octubre de 2009

"Motín en la Bounty", John Boyne











"Motín en la Bounty"
John Boyne
Salamandra, Barcelona (2008)
471 páginas

Instalado en los últimos compases de su vida, el capitán Turnstile rememora los extraordinarios acontecimientos que dieron inicio a su larga y fructífera carrera de marino. A sus catorce años, de padres desconocidos, John Jacob Turnstile es un chico alegre y vivaz que se gana el sustento de forma no muy honrosa por las calles y mercados de Portsmouth. Justo cuando está a punto de dar con sus huesos en la cárcel, surge una última tabla de salvación: embarcar como ayuda de cámara del capitán en un navío destinado a una importantísima y exótica misión. El capitán es William Bligh, la nave es la fragata HMS Bounty y el destino, Tahití.

Este libro es el segundo que se publica en nuestro país por el autor del "Niño del pijama a rayas", y puede que sea éste su primer problema; la calidad y, por encima de todo, el enorme éxito de la breve primera publicación de Boyne le ha puesto el listón muy alto, tal vez por esta razón esta, en mi opinión, excelente novela de aventuras no ha tenido un éxito excesivo.

Leyendo "Motín en la Bounty" he regresado a las viejas novelas de aventuras, a esa época infantil en la que pasaban por las manos de los adolescentes de mi época las obras de Robert L. Stevenson, Walter Scott o Emilio Salgari, entre muchos otros. Son libros con unos argumentos que te cogen la atención, que sirven para desintoxicarte, de esos a los que acudes como recurso para descansar. El ambiente del barco, los aires del Pacífico, las islas tropicales llenas de salvajes, ... son escenario atrayente para cualquier libro de este tipo.

Pero además de aventuras, el libro de Boyne tiene una buena descripción de ambientes y personajes; junto al joven Turnstile, ideado por el autor y que relata los hechos en primera persona, aparece el capitán William Bligh como una figura llena de contrastes, en el que se muestran con la misma intensidad sus notables honestidad y sentido del deber como su visceralidad y tendencia depresiva. Junto a ellos Boyne nos muestra el dandismo del rebelde Fletcher Christian, la lealtad del maltratado oficial Fryer la las peculiaridades del resto de participantes en la aventura de la Bounty.

El libro tiene el atractivo añadido de estar tratando de un hecho histórico, un motín que ocurrió realmente, lo que supone añadir un poso de conocimientos históricos, por mucho que estemos hablando de una simple versión literaria. De cualquier manera, la peculiariedad del libro de John Boyne se encuentra en que se produce una inversión de los papeles de héroe y villano, pues hasta ahora, versiones cinematográficas incluidas, se nos presentaba al capitán Bligh como un tirano insoportable, mientras la medalla de héroe recaía en su rival, el oficial Christian a quien el libro muestra como un personaje impresentable.

La lectura del libro del autor irlandés me ha revitalizado el interés por las películas que sobre esta historia se ha hecho: en 1935, con dirección de Frank Lloyd y protagonizada por Charles Laughton y Clark Gable, en 1962, en la que Lewis Milestone dirige a Marlon Brando y Trevor Howard y en 1984, con Anthony Hopkins y Mel Gibson como protagonistas en una producción que tiene a Roger Donaldson al frente. No cabe duda que los duelos que enfrentan a Bligh y a Christian fueron encomendados a actores de primer nivel, aunque si tengo que elegir pienso que un enfrentamiento entre Laughton y Gable no puede tener rival.








10 comentarios:

annemarie dijo...

Modestino, no sé a tí, pero a mí no me gustan habitualmente mucho las novelas, etc, que utilizan este tipo de procedimiento que es invertir personajes o la acción de historias muy conocidas. El resultado es, en mi opinión, muchas veces muy de catequesis barata con moraleja invertida para servir otras intenciones. Este John Boyne tiene una determinada orientación emocional, o como se diga, y le da de beber en todo lo que escribe, lo que lleva a pensar que tal vez sea poco más que eso, como autor.

Yo tengo una gran debilidad por todo lo que hace Anthony Hopkins: no sabe no hacer bien. Sin embargo, he visto hace poco en televisión una extensa entrevista con él, y me parece una persona sin ningún interés, lo que es extraño porque sus personajes son muy buenos habitualmente.

Modestino dijo...

Estoy de acuerdo si te refieres a acomodar la historia a tus ideas para adecuar las conclusiones a tus deseos, es decir manipular una historia y "artificiar" tu moraleja. Pero yo no he visto demasiada moralina en el libro.

Otra cosa es aprovechar la verdad de las cosas, porque hay vidas que sirven de ejemplo ... siempre que nos las enseñen con todos sus matices, y sobre todo con todas sus sombras.

A mí también me gusta Hopkins, pero nunca le he oido o leído entrevista alguna. A ver que nos dice algún que otro expèrto seguidor del blog.

Anónimo dijo...

"El niño con el pijama de rayas" creo que se vendió por el "boca a boca" la gente que lo había leido lo recomendaba. El segundo salió al mercado con el reclamo de que era del mismo autor.
Reconozco que yo compré el libro con la esperanza de que me gustara tanto como primero, no lo igualó, pero tampoco me defraudó.
La verdad es que dudo que al autor le salga otro libro tan perfecto, tan bonito como "El niño con el pijama de rayas".

Tommy dijo...

A propósito de Hopkins, Annemarie, quizás tendemos a pensar que si un actor interpreta personajes interesantes también tiene que serlo él, y no siempre es así. De todos modos, creo que Hopkins ha tenido al menos una trayectoria artística interesante. En la segunda mitad de los '70 era un actor muy conocido entre los aficionados, de ésos cuyo nombre figura por encima del título del film en los créditos y en la publicidad (que es algo que a muchos les cuesta años y años conseguir), y durante los '80, en parte por su carácter conflictivo, su divismo y su proclividad al alcohol, sus películas dejaron de tener éxito y su estrella cayó (él mismo confesaba que llegó a pedir trabajo en los programas de TV en que le entrevistaban), aunque también es cierto que nunca dejó de interpretar, pues seguía haciendo una peli por año aunque fuera irrelevante. En 1990 llegó su gran oportunidad con "El silencio de los corderos" y su carrera posterior es suficientemente conocida. Pero puede decirse que pasó del 10 al 0 para volver al 10. Por cierto, y volviendo al tema de hoy, su capitán Bligh de "Motín a bordo" me parece extraordinario. Sabe transmitir la imagen de un oficial para quien el cumplimiento del deber es lo más importante sin parecer en ningún momento un déspota o un sádico. Lástima que la peli no la pudiera dirigir el gran David Lean, como se pensó en un principio.

Modestino dijo...

Es cierto que es muy difícil repetir un libro tan redondo como "El niño del pijama a rayas", aunque buceando en internet he encontrado una crítica poniendo verde a éste y salvando al de la Bounty, como decía "el Gallo", "hay gente pa tó".
Saco a colación lo que hoy me comentabas Tommy respecto a los actores ingleses y el alcohol: Hopkins, Richard Burton, Peter O'Toole, Richard Harris, Oliver Reed,... Aunque también ocurre en otros ámbitos: Paul Gascoigne, George Best,
... hasta la reina madre.

María dijo...

No es el tipo de novela que me suelen gustar y lo comencé a leer con cierta reticencia... Pero me gustó mucho. Lo único que el personaje de Tunante, sobre todo al principio, no me parecía en absoluto creíble... un chico de la calle que sólo ha leido dos libros (y uno de ellos ya sabemos de qué tipo)... ¿se expresa así, razona de esa manera? No sé... no me ha acabado de convencer en ese sentido, pero como novela es entretenida... Un abrazo

Modestino dijo...

Hombre .... Tunante narra la historia en primera persona cuando ya se ha convertido en un capitán ilustre.

annemarie dijo...

Modestino, Tommy,
yo creo que entiendo (en teoría) eso de que los actores interesantes no tienen que ser personas interesantes, pero en este caso Anthony Hopkins no supo decir nada coherente sobre el mismo oficio de actor. (Serían los efectos de una comida bien "regada"? No sé :)) Un abrazo.

Brunetti dijo...

A propósito del alcohol, de los ingleses y de George Best, me ha venido a la memoria una anécdota que posiblemente ya conozcáis casi todos, sobre todos los que sois futboleros.

Cuantan las crónicas que, en cierta ocasión, un periodista le preguntó al mítico delantero del Manchester, ya retirado y enfermo, qué había hecho con su fortuna. A lo que el rapidísimo extremo norirlandés le contestó algo así como:

"Me lo gasté todo en coches, mujeres y alcohol. Y, el resto, lo dilapidé".

Salud.

Modestino dijo...

Richard Burton también dijo que "tenía que pensar mucho para encontrar un hombre interesante que no sea bebedor".

Best pronunció otras frases "lapidarias":

“He dejado de beber, pero sólo cuando duermo”.

"En 1969 dejé las mujeres y la bebida, pero fueron los peores veinte minutos de mi vida”.

"Nunca salía por la mañana con la intención de emborracharme. Sólo sucedía".

"No me llega ni a los cordones de la botella". (sobre Paul Gascoigne)